Tal como atestiguan numerosos yacimientos arqueológicos – castillos, infraestructuras hidráulicas y edificios religiosos – la comarca de Guadix ha estado habitada durante muchos siglos por comunidades humanas cuyo sustento siempre ha estado ligado a una cuidadosa y minuciosa gestión del agua para sustentar sus sistemas agropastoril. 

Estos sistemas han contribuido a configurar los paisajes de manera clave, condicionando las actividades productivas y la organización territorial, incluidos los asentamientos y las vías de comunicación. En las montañas, la nieve derretida es redirigida a través de canales hechos artesanalmente llamados acequias, utilizados para regar la montaña, creando pastos al mismo tiempo que recargando artificialmente los acuíferos, cuya agua brota de la tierra cientos de metros más abajo en los valles, donde se utiliza nuevamente para regar terrenos agrícolas altamente productivos.

Este inconmensurable tesoro intangible, que tiene el potencial de contribuir a un modo de vida y producción de alimentos cada vez más sostenible, así como a la reducción local de las temperaturas frente al cambio climático global, se encuentra hoy amenazado por una despoblación masiva. Comunidades que durante siglos han estado protegiendo este territorio se ven ahora obligadas a abandonarlo ante la falta de oportunidades, dejando cada vez más espacio a usos irresponsables como la agricultura intensiva y la ganadería intensiva, que progresivamente va destruyendo los pasados equilibrios de la región.

La mejor manera de protegerlo es reactivar y dinamizar la producción agrícola tradicional sostenible y multifuncional, reconociendo su valor tanto cultural como ambiental, implementando mecanismos complementarios de pago por la custodia del territorio y servicios ecosistémicos. Un buen ejemplo en este sentido es la co-creación de senderos culturales sobre acequias históricas, que contribuyen a concienciar sobre la importancia de estos sistemas.

Las comunidades locales que resisten pueden contar con varios aliados y los investigadores de IRIS están al frente de estos procesos. Su intervención ha ido más allá de la documentación y la investigación, utilizando un enfoque participativo para reactivar y empoderar a las comunidades locales, preservando y recuperando espacios agrícolas abandonados, dando así vida a antiguos asentamientos que dieron origen a estos paisajes.

En sinergia con las comunidades locales, los investigadores restauraron y monitorearon el sistema de riego, recuperaron espacios agrícolas abandonados y descubrieron sitios arqueológicos para demostrar a un nivel más amplio su valor único y abogar por su protección urgente.